
En los últimos años, los diarios porteños exacerbaron una práctica cuestionable: editar títulos principales de tapa basados en información brindada por fuentes anónimas que se le atribuyen a determinadas organizaciones pero que nadie se hace cargo (el FMI, el “establishment”, el Club de París, el “sector energético”), temas que son trasladados por los diarios, desde sus tapas, a los lectores sin que éstos puedan establecer el origen de la información.
Diario sobre Diarios (DsD), el observatorio de medios gráficos que a través de Internet es consultado diariamente por más de 5000 suscriptores (la mayoría de ellos periodistas, funcionarios y dirigente políticos), plantea aquí el debate. Qué dijeron al respecto Javier Darío Restrepo, Daniel Santoro, José Claudio Escribano, Martín Caparrós y Beatriz Sarlo.Las noticias que llegan a títulos de tapa sustentadas sólo en fuentes anónimas generan algunas dudas. En el mejor de los casos, el diario está siendo vehículo de “operaciones” de alguien que no quiere aparecer con nombre y apellido. En el peor de los casos, es que el diario sea parte interesada en esa “operación”.
A modo de ejemplo, DsD señala que el pasado 15 de septiembre, Clarín editó como título principal de tapa “Antonini podría venir a declarar al país por la valija” con la bajada “Se lo contó a Clarín una fuente de inteligencia de EE.UU. en Miami”. La nota la firmó la corresponsal del diario en Washington, Ana Barón, quien señaló como origen de la información a “un agente de inteligencia en Miami”.
La Nación editó el 4 de septiembre como título principal “El Club de París le reclama al país una deuda mayor”, con la bajada “Afirmó que es de U$S 7.900 millones, 1.200 millones más de lo que quiere pagar el Gobierno”. La nota la firmó Luisa Corradini, corresponsal del diario en Francia, y cómo origen de la información mencionó a “fuentes oficiales del grupo (el Club de París)” en la portada, y a “fuentes oficiales y privadas en Buenos Aires” en la nota.
El domingo 14 de agosto Perfil editó como título principal de tapa “Ahora Suiza investiga a la empresa del tren bala por sobornos en la Argentina”. En la bajada, usó el potencial para afirmar que “el juez Ernest Roduner tendría indicios de pagos de coimas”. El periodista que firmó la nota fue Juan Gasparini, desde Ginebra, Suiza, y mencionó como fuente a “denuncias e investigaciones judiciales en curso” que no precisó.
Otras miradas
El maestro de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), el colombiano Javier Darío Restrepo, afirma en su libro “El zumbido del moscardón”: “Guardar el secreto profesional eleva el prestigio moral del periodista. Pero esa opinión pierde fuerza cuando escuchamos los casos de abusos de reporteros que, escudados en su secreto profesional, disimulan la inexistencia de fuentes o utilizan informaciones de fuentes sospechosas o nada fiables.
El periodista de Clarín, Daniel Santoro, en su libro “Técnicas de Investigación”, editado por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, en septiembre de 2004, dice sobre el “off the record”: “La obligación última del periodista es con los lectores. Por eso tenemos que ofrecer la mayor cantidad de pistas para que ellos puedan inferir de qué sector provino lo que publicamos, y citar siempre una fuente, excepto que hacerlo ponga en peligro la estabilidad de su trabajo o la vida del informante”.
El pasado 5 de septiembre, Martín Caparrós firmó en Crítica una nota titulada “Códigos” en donde –con su habitual sarcasmo- señaló: “Los periodistas tenemos códigos: el off the record, ese invento nefasto, en el que garantizamos impunidad al que nos habla pero no quiere hacerse cargo de lo que dice, es una muestra. O sea: decimos que decimos la verdad, pero para que nos digan la verdad tenemos que garantizar a quien nos la dice que no vamos a decirla –no toda, por lo menos”.
Caso límite
En tanto, en una nota publicada en noviembre de 2004 en la desaparecida revista Poder, la ensayista Beatriz Sarlo consideró que “el secreto de la fuente es un ‘caso límite’ del ejercicio del periodismo ya que, habitualmente, la noticia no supone ni impone ese secreto”. El 13 de noviembre de 2004, el entonces subdirector de La Nación, José Claudio Escribano, publicó una nota titulada “El peligroso deporte de inducir al error a la prensa”. Allí señaló: “Lo que en la Argentina se entiende por off the record es, en realidad, “background information” (información de antecedentes), por el cual un periodista queda habilitado por su informante para publicar un cierto contenido con el compromiso de no atribuirlo a nadie en particular. El off the record genuino es, en cambio, expresión de un consenso entre informante y periodista por el que se pone a éste al tanto de algo, pero con la salvedad de que no sólo quedará inhabilitado para atribuirlo a alguien en particular sino que, además, deberá abstenerse de propalar lo que de esa forma haya sabido.
En noviembre de 2005, DsD ya advertía que en el periodismo argentino, según diversos autores, “hay una crisis del ‘off the record’. De hecho, existen distintas interpretaciones de lo que implica. Para algunos es información que se puede publicar, aunque sin mencionar la fuente y esta es la acepción más extendida. Para otros, constituyen datos que sólo sirven para orientar al periodista, pero que no se pueden publicar bajo ningún concepto.
Nueva figura
Desde hace un tiempo hasta hoy, en la Argentina, parecería haber emergido una nueva figura: la ‘fuente privilegiada’, que supone que la información que se brinda no hace falta chequearla debido a la jerarquía de la fuente. Hay un caso internacional paradigmático de esta figura: cuando el diario español El País tituló –en base a una fuente anónima- que los atentados en la estación Atocha fueron obra del grupo separatista vasco ETA. Luego de que se supo que era falso, el director del diario, Juan Luis Cebrián, dijo que el propio presidente José María Aznar fue quien le había transmitido la información.En nuestro país hubo innumerables títulos de diarios editados con esa lógica y sobre hechos de mucha menor relevancia que los atentados de Atocha. Quizá el paradigmático sea el anuncio de inversiones chinas en la Argentina por 20.000 millones de dólares, que los diarios publicaron porque la información la transmitieron ‘altas fuentes del Gobierno’. Cuando el hecho al final no sucedió, el propio Kirchner acusó a la prensa de haber publicado ‘una novela’. El día en que esas ‘altas fuentes’ anunciaron a los diarios las ‘inversiones chinas’, ningún medio tomó el mínimo recaudo y lo publicaron dándolo por cierto porque se trataba de una ‘fuente privilegiada’”.
Diario sobre Diarios (DsD), el observatorio de medios gráficos que a través de Internet es consultado diariamente por más de 5000 suscriptores (la mayoría de ellos periodistas, funcionarios y dirigente políticos), plantea aquí el debate. Qué dijeron al respecto Javier Darío Restrepo, Daniel Santoro, José Claudio Escribano, Martín Caparrós y Beatriz Sarlo.Las noticias que llegan a títulos de tapa sustentadas sólo en fuentes anónimas generan algunas dudas. En el mejor de los casos, el diario está siendo vehículo de “operaciones” de alguien que no quiere aparecer con nombre y apellido. En el peor de los casos, es que el diario sea parte interesada en esa “operación”.
A modo de ejemplo, DsD señala que el pasado 15 de septiembre, Clarín editó como título principal de tapa “Antonini podría venir a declarar al país por la valija” con la bajada “Se lo contó a Clarín una fuente de inteligencia de EE.UU. en Miami”. La nota la firmó la corresponsal del diario en Washington, Ana Barón, quien señaló como origen de la información a “un agente de inteligencia en Miami”.
La Nación editó el 4 de septiembre como título principal “El Club de París le reclama al país una deuda mayor”, con la bajada “Afirmó que es de U$S 7.900 millones, 1.200 millones más de lo que quiere pagar el Gobierno”. La nota la firmó Luisa Corradini, corresponsal del diario en Francia, y cómo origen de la información mencionó a “fuentes oficiales del grupo (el Club de París)” en la portada, y a “fuentes oficiales y privadas en Buenos Aires” en la nota.
El domingo 14 de agosto Perfil editó como título principal de tapa “Ahora Suiza investiga a la empresa del tren bala por sobornos en la Argentina”. En la bajada, usó el potencial para afirmar que “el juez Ernest Roduner tendría indicios de pagos de coimas”. El periodista que firmó la nota fue Juan Gasparini, desde Ginebra, Suiza, y mencionó como fuente a “denuncias e investigaciones judiciales en curso” que no precisó.
Otras miradas
El maestro de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), el colombiano Javier Darío Restrepo, afirma en su libro “El zumbido del moscardón”: “Guardar el secreto profesional eleva el prestigio moral del periodista. Pero esa opinión pierde fuerza cuando escuchamos los casos de abusos de reporteros que, escudados en su secreto profesional, disimulan la inexistencia de fuentes o utilizan informaciones de fuentes sospechosas o nada fiables.
El periodista de Clarín, Daniel Santoro, en su libro “Técnicas de Investigación”, editado por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, en septiembre de 2004, dice sobre el “off the record”: “La obligación última del periodista es con los lectores. Por eso tenemos que ofrecer la mayor cantidad de pistas para que ellos puedan inferir de qué sector provino lo que publicamos, y citar siempre una fuente, excepto que hacerlo ponga en peligro la estabilidad de su trabajo o la vida del informante”.
El pasado 5 de septiembre, Martín Caparrós firmó en Crítica una nota titulada “Códigos” en donde –con su habitual sarcasmo- señaló: “Los periodistas tenemos códigos: el off the record, ese invento nefasto, en el que garantizamos impunidad al que nos habla pero no quiere hacerse cargo de lo que dice, es una muestra. O sea: decimos que decimos la verdad, pero para que nos digan la verdad tenemos que garantizar a quien nos la dice que no vamos a decirla –no toda, por lo menos”.
Caso límite
En tanto, en una nota publicada en noviembre de 2004 en la desaparecida revista Poder, la ensayista Beatriz Sarlo consideró que “el secreto de la fuente es un ‘caso límite’ del ejercicio del periodismo ya que, habitualmente, la noticia no supone ni impone ese secreto”. El 13 de noviembre de 2004, el entonces subdirector de La Nación, José Claudio Escribano, publicó una nota titulada “El peligroso deporte de inducir al error a la prensa”. Allí señaló: “Lo que en la Argentina se entiende por off the record es, en realidad, “background information” (información de antecedentes), por el cual un periodista queda habilitado por su informante para publicar un cierto contenido con el compromiso de no atribuirlo a nadie en particular. El off the record genuino es, en cambio, expresión de un consenso entre informante y periodista por el que se pone a éste al tanto de algo, pero con la salvedad de que no sólo quedará inhabilitado para atribuirlo a alguien en particular sino que, además, deberá abstenerse de propalar lo que de esa forma haya sabido.
En noviembre de 2005, DsD ya advertía que en el periodismo argentino, según diversos autores, “hay una crisis del ‘off the record’. De hecho, existen distintas interpretaciones de lo que implica. Para algunos es información que se puede publicar, aunque sin mencionar la fuente y esta es la acepción más extendida. Para otros, constituyen datos que sólo sirven para orientar al periodista, pero que no se pueden publicar bajo ningún concepto.
Nueva figura
Desde hace un tiempo hasta hoy, en la Argentina, parecería haber emergido una nueva figura: la ‘fuente privilegiada’, que supone que la información que se brinda no hace falta chequearla debido a la jerarquía de la fuente. Hay un caso internacional paradigmático de esta figura: cuando el diario español El País tituló –en base a una fuente anónima- que los atentados en la estación Atocha fueron obra del grupo separatista vasco ETA. Luego de que se supo que era falso, el director del diario, Juan Luis Cebrián, dijo que el propio presidente José María Aznar fue quien le había transmitido la información.En nuestro país hubo innumerables títulos de diarios editados con esa lógica y sobre hechos de mucha menor relevancia que los atentados de Atocha. Quizá el paradigmático sea el anuncio de inversiones chinas en la Argentina por 20.000 millones de dólares, que los diarios publicaron porque la información la transmitieron ‘altas fuentes del Gobierno’. Cuando el hecho al final no sucedió, el propio Kirchner acusó a la prensa de haber publicado ‘una novela’. El día en que esas ‘altas fuentes’ anunciaron a los diarios las ‘inversiones chinas’, ningún medio tomó el mínimo recaudo y lo publicaron dándolo por cierto porque se trataba de una ‘fuente privilegiada’”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario