martes, 31 de marzo de 2009

Malvinas: Una herida que reclama justicia


A 27 años del comienzo de la guerra
Por Edgardo Esteban (*)

La indiferencia social posterior al conflicto contrastó con el fervor patriótico que el 2 de abril de 1982 generó el anuncio de la “recuperación” de las Islas Malvinas. La Plaza de Mayo se desbordó de ciudadanos aclamando al dictador Leopoldo Galtieri que decía: “Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”

Al final de la guerra, el 14 de junio de 1982, todo cambió de golpe. Tras la derrota, esa misma gente trató de incendiar la Casa de Gobierno, echó a Galtieri del poder y no quiso volver a hablar de Malvinas. El final del conflicto cerró el capítulo de la dictadura y fue un factor decisivo para la reinstauración de la democracia, pero en cuanto a la guerra, la sociedad no se hizo cargo de sus responsabilidades.
Las autoridades y la sociedad se comportaban como si los soldados fuesen los responsables de la derrota. Hubo un acuerdo tácito para olvidar la guerra, esconder a los que regresaban y borrar de las mentes lo vivido. Para obtener la baja militar, los oficiales hicieron firmar a los soldados una declaración jurada, en la que nos comprometíamos a callar y por ende a olvidar. Hablar de la guerra fue lo primero que nos prohibieron. Así, el dolor, las humillaciones, la frustración, el desengaño, la furia, quedaron dentro de cada uno de nosotros hasta tornarse insoportables en muchos casos. Es que hablar, era el primer, paso necesario para exorcizar nuestro infierno interior y empezar a curar las heridas. Pero no se podía, eran cuestiones de Estado. De modo que el regreso fue cruel, en silencio, a escondidas, como si fuésemos un grupo de cobardes. Nadie discute hoy, ni ha discutido nunca, el justo reclamo argentino de soberanía que la República Argentina mantiene sobre las Islas desde 1833. Pero eso nada tiene que ver con el análisis descarnado de lo ocurrido en 1982.

La misma crueldad
Durante mucho tiempo se ha preferido eludir la autocrítica de la derrota. Galtieri y recientemente el almirante Jorge Anaya murieron sin haber hablado, sin enfrentar sus responsabilidades políticas y militares.
Al margen de los errores tácticos y estratégicos que definieron la suerte de la guerra, lo que aparece como inaudito son los injustificados malos tratos, las crueldades de algunos oficiales y suboficiales hacia sus soldados. Por ejemplo, “estaqueos” durante horas en la turba mojada, con temperaturas bajo cero. En su gran mayoría eran castigos por robar comida, teníamos hambre.
El genocidio iniciado por los militares y sus apoyos civiles con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 continuó de algún modo en Malvinas. La misma crueldad, la misma incompetencia, el mismo desprecio por la vida ajena, la misma cobardía. En Malvinas, los militares cometieron aberraciones progresivamente denunciadas por quienes las sufrieron: tortura física y psicológica; traición. Con alguna otra excepción, sólo la valentía y capacidad técnica de los pilotos de la Fuerza Aérea quedan fuera de estas calificaciones.

Secuelas
La difícil recuperación de las secuelas de la guerra y de la reinserción social, el “Trastorno de Estrés Postraumático” (TEP) afectó en diverso grado a todos los ex combatientes. El TEP es un estado depresivo crónico, propio de alguien que ha experimentado de forma directa la guerra. Genera una constante sensación de temor, angustia y pesadillas, miedos, problemas de relación, irritabilidad, dificultades para conciliar el sueño, sobresalto, un elevado nivel de violencia y adicciones.
Durante 10 años no hubo ningún tipo de asistencia ni ayuda, por lo que se reclama una ley de reconocimiento histórico por el período que abarca desde 1982 hasta 1990.
En 1992 escribí Iluminados por el fuego, libro que contribuyó a abrir un debate sobre lo ocurrido en Malvinas. Hasta ese momento poco o nada se sabía sobre los suicidios y los traumas de posguerra entre los soldados, y la película realizada luego por Tristán Bauer mostró la cotidianidad de la guerra. Desde entonces se multiplicaron las denuncias de los soldados sobre los malos tratos.

Investigación
En 2007, tras un profundo trabajo de investigación y denuncia por parte del ex subsecretario de Derechos Humanos de la Provincia de Corrientes, Pablo Andrés Vassel, y la decisión colectiva de los ex combatientes, se llevó a cabo una recopilación para el libro Memoria, verdad, justicia y soberanía, Corrientes en Malvinas, donde se denuncia la muerte de cuatro conscriptos –uno ametrallado; los otros por desnutrición – y un enorme número de estaqueados.
El texto denuncia que algunos efectivos militares de carrera, oficiales y suboficiales, trataron a los soldados conscriptos de manera similar, o con los mismos criterios y métodos de terror, que había utilizado la dictadura ante el conjunto de la población. Simulacros de fusilamiento, torturas sistemáticas, vejámenes repetidos y desprecio absoluto por la vida. Varios soldados murieron de hambre, y esto no fue una circunstancia inevitable de la guerra, sino consecuencia de un tratamiento humano indigno, ya que todos los testimonios coinciden en que el personal de cuadro no sufría privaciones.
Muchas de las historias reunidas en el libro fueron relatadas por primera vez en 25 años. “Hubo tres formas de presión sobre los ex combatientes: la imposición de silencio de los jefes militares, que los amenazaron para que no hablaran al volver de Malvinas; la campaña de desmalvinización posterior y el olvido que se impuso en los ’90”, señala el libro. Una de las consecuencias del silencio ha sido el alto número de suicidios de ex combatientes, mas de 400, que supera al de los 271 caídos durante la guerra.

Justicia
Totalizan 80 los casos denunciados ante la Justicia Federal de Primera Instancia de Río Grande, con jurisdicción sobre las Islas Malvinas. La presentación sostiene que las Fuerzas Armadas pueden aprender mucho del testimonio de los soldados, puesto que para ellos su participación en Malvinas es el hecho más importante de sus vidas.
Uno puede comenzar a cerrar las heridas de la guerra que perduran en el tiempo, primero denunciando lo que nos angustia, lo que está adentro nuestro y duele, después debe llegar el tiempo de la Justicia. La sociedad argentina jamás será justa si no condena la impunidad. A pesar del tiempo transcurrido debemos reclamar esa justicia, en honor a los que murieron en las islas, como a los que volvieron y como consecuencia de la indiferencia, del silencio cómplice y del olvido se quitaron la vida.

* Periodista, soldado ex combatiente de Malvinas

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