miércoles, 25 de febrero de 2009

Construcción de la “noticia” Ocaña fue manipulada



Por Eduardo Anguita (*)
El compromiso de comunicar datos fehacientes se convierte, una vez más, en desinformación y el derecho a la información de la ciudadanía jaqueado por intereses sectoriales o, como dice Anguita, por “pura imbecilidad”

La tapa del diario Crítica del pasado lunes 16 de febrero, prometía una revelación. Una gran foto de la ministra de Salud, Graciela Ocaña, y un entrecomillado vibrante: “Cobos es un buen hombre”. Cualquiera hubiera pensado que la tan mencionada salida de la ministra de Salud se estaba concretando, y encima con el apoyo a Julio Cobos. Pero los editores, a veces, se pasan de la raya.
En este caso, con una manipulación de manual de censura: la frase completa –transcripta por el periodista en su tercera pregunta – era: “Cobos es un buen hombre, equivocado, porque yo lo voté para acompañar a la Presidenta”. El que tituló ni siquiera puso los puntos suspensivos para indicar que no había terminado la frase, lo cual muestra un grosero error de sintaxis, que no debería pasar porque las tapas las hacen los periodistas más experimentados.
La libertad de prensa no es pensar que todos los medios van a tratarte bien sino aceptar los enfoques editoriales y las preguntas distintas que va a formular cada grupo editorial. Ésas son las reglas de juego siempre y cuando no se tergiverse al grado de la mentira. Cortar una frase para cambiarle el significado es lisa y llanamente una mentira. Entre los periodistas suele aceptarse la costumbre de no opinar o analizar lo que hacen otros periódicos. Pero si para los futbolistas la pelota no se mancha, para los comunicadores, la palabra del entrevistado se respeta, no se la edita groseramente. Porque en ese manejo pierde la información, pierde la capacidad de fiscalización de los actos de gobierno. Y Ocaña hizo una gestión en el PAMI que llevó a la Presidenta a ponerla al frente de una cartera como la de Salud. Es ella misma la que denuncia que algunos medicamentos se compran entre tres y siete veces más caros que en otros países. Y avanza para que el Estado no siga pagando sobreprecios y para que el presupuesto llegue a los que más necesitan. Desde el periodismo, más de una vez, se le hace el juego a los poderosos de los laboratorios o las grandes empresas prestadoras. Por los avisos, por los lobbies. Otras veces, por pura imbecilidad. Y a veces los imbéciles pueden lo que no logran los dañinos.
(*) Columnista de Miradas al Sur

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