martes, 9 de diciembre de 2008

Vivir en Democracia - Por Eugenia Poletti

Los que tienen menos de 25 años no conocen otra forma de vivir más que en democracia. Para los que no vivieron los años de plomo, la militancia política es un escenario poco explorado, el voto un deber que se cumple a media conciencia y las instituciones, como el Parlamento y la Corte Suprema, organismos plausibles de corrupción.
Después de los tortuosos días de diciembre de 2001, cuando el hartazgo se convirtió en cacerola y los ahorros de los argentinos en rehenes del sistema financiero, las instituciones democráticas comenzaron un proceso de reconstrucción de la legitimidad perdida en la década del 90. Los jueces de la Corte Suprema eran cómplices del poder y los legisladores un conjunto de políticos en los que nadie creía. Por aquellos días triunfaba el “que se vayan todos”, el canto cansado de los que no creen más. Un pueblo harto de la mentira y la corrupción.
A menos de un año de elecciones Legislativas, oficialistas y opositores avanzan en alianzas electorales que los lleven a medir más en las encuestas de opinión. Muchos se olvidan de los acuerdos programáticos, de la afinidad de intereses y la comunión de una forma de entender el poder, la política y el proyecto de país. Sin embargo, los ciudadanos están más entrenados, más informados y más inconformistas. Ahora saben que su voto vale. En las urnas no se elegirá a un partido, a un hombre o una mujer, sino que se votará por un plan, por una idea, por un proyecto.
Un poco de historia
Tras la guerra de Malvinas, luego de ocho años de interrupción democrática, se reiniciaba el camino de la normalización institucional. El “Proceso militar”, había hecho bien los “deberes”. Logró trastocar las estructuras básicas de una economía asentada en la industria y la producción por una economía que privilegiaba la “valorización financiera” y la apertura de mercados.
La vuelta a la democracia inspiraba un aire de renovada esperanza para el pueblo argentino. Raúl Alfonsín, en las elecciones del 30 de octubre de 1983, se convertiría en el primer radical en derrotar a un justicialista. Otro acontecimiento produciría un antecedente nuevo. La U.C.R. obtenía la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, lo que permitía un cierto margen de gobernabilidad. El 10 de diciembre de 1983 Raúl Alfonsín asumiría la presidencia, convirtiéndose así, en el emblema de la democracia en la argentina moderna. Durante su Gobierno no consiguió ni el apoyo ni el consenso ni la popularidad que pensaba y el país se desbordó social, política y económicamente. Pero la historia y sus relatos guardaron para el caudillo radical la estampa de la democracia.
Durante el gobierno de Alfonsín se desarrolló el Juicio a las Juntas Militares, se creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) y el Congreso Nacional anuló la ley 22.294 de amnistía, dictada por el último gobierno militar. Se aprobó el Plan Alimentario Nacional (PAN), se lanzó el Plan Austral y se sancionó la Ley de divorcio vincular. También se vivieron episodios menos felices, como la sanción de las leyes de obediencia debida y punto final (limitaba los procesos judiciales contra el personal militar), la hiperinflación y la entrega anticipada del poder por los problemas económicos.Pese a todo y a todos Argentina vive en democracia, sea cual fuere la forma que ésta haya adquirido en la cultura latinoamericana, en la sociedad argentina y en los tiempos de la posmodernidad.

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