martes, 9 de diciembre de 2008

25 años no es nada - Por Jorge Déboli

Celebrar 25 años consecutivos de vida en Democracia, tendría que ser un acontecimiento habitual, pero sin el “consecutivos”.
Desde que somos Nación nuestra querida Argentina vivió alternativamente ciclos de crecimiento y de saqueo de sus riquezas, pero nunca la habían llevado a la peor de las crisis, de las tres más importantes que vivió el país, como la que hizo eclosión en diciembre de 2001.
Pero como toda crisis genera una oportunidad, la de finales del siglo XIX dio origen al Yrigoyenismo, proyecto al que tantos argentinos pusieron sus fichas y que la “Revolución del 30” derrocó dando inicio a la primera década infame del siglo XX.
Tras ella, la segunda oportunidad para la Argentina se empieza a gestar en la posguerra de los ´40, donde radicales y conservadores daban nacimiento al Peronismo, movimiento continuador del que Hipólito Yrigoyen no pudiera consolidar, pero que también se iba a frustrar en 1955 con la denominada “Revolución Libertadora”.
A pesar de todo, y de las sucesivas interrupciones institucionales de los 20 años que siguieron a aquel sanguinario golpe, el Estado de Bienestar siguió vigente en la Argentina.
El comienzo del fin

La última de las crisis, tiene su génesis con el gobierno de María Estela Martínez de Perón, a partir del primer ajuste neoliberal en la Argentina -recordado como el “rodrigazo”- que implementara aquel 4 de junio de 1975 su ministro de Economía, Celestino Rodrigo.
Rodrigo, asesorado por el banquero Ricardo Zinn, devaluó el peso de una forma tan brutal (el dólar lo llevó de 10 pesos a 26) que disparó los precios y desequilibró todas las variables económicas como nunca habían conocido los argentinos.
Zinn, autor de aquella famosa frase: "Achicar el Estado es agrandar la Nación", que luego diera cobertura a la dictadura oligárquico-militar de Martínez de Hoz y de Videla, y posteriormente al menemismo para la entrega “fundamentada” del patrimonio nacional, en ese primer ajuste, buscaba licuar los pasivos de ciertos sectores empresarios que luego apoyaron incondicionalmente el “Proceso de Reorganización Nacional”, dictadura para la cual Zinn continuó sirviendo, como también lo hizo con el gobierno de Menem.
La oportunidad llama otra vez
El modelo económico que se comenzó a aplicar a partir de 2002, a de raíz la crisis interna y el contexto internacional, permitió que a partir del cuarto trimestre de ese año la argentina comenzara a recuperarse y desde el segundo semestre de 2003 a crecer a una tasa del 8 ó 9 por ciento, alcanzado, objetivamente, desde que somos nación, la inédita serie de 60 meses de crecimiento ininterrumpido, a pesar y contra todos los pronósticos agoreros (o interesados) de la oposición más dura, de los oligopolios informativos y de los libretistas del neoliberalismo, como los economistas del Cema, o los columnistas Mariano Grondona y Joaquín Morales Solá, cuyas predicciones, para suerte de los argentinos, no se pudieron corroborar en los hechos.
Ahora, en inmejorables condiciones macroeconómicas e institucionales, el previsible colapso financiero internacional que por estos días sacude al mundo, nos renueva la oportunidad de consolidar el modelo de crecimiento.
Si bien la economía ya no crecerá a tasas tan altas, pero saldando una de sus asignaturas pendientes, la de achicar la brecha entre los que mas ganan y los que menos ingresos reciben, posibilitará el fortalecimiento del mercado interno y el sostenimiento del trabajo y la producción. Capitalismo puro le dicen.

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