martes, 20 de enero de 2009

El año que vivimos en peligro


Los medios de comunicación y su narración de la crisis financiera mundial: desinformación y simulacro de una catástrofe nacional.

Por Luis Lázzaro (*)
Consultores económicos, políticos y medios de comunicación diversos pronosticaron y alentaron un escenario de incertidumbre y catástrofe durante todo 2008. No se referían al mundo global sino a la periferia, a la nueva geografía política de Latinoamérica, y más precisamente a la Argentina kirchnerista.
El colapso finalmente se produjo, pero en el mundo de la globalidad virtual de las transacciones económicas. En el centro mismo de la burbuja –también periodística– desde la cual se alzaron los dedos admonitorios. Sin embargo, la narración mediática acomodó siempre la percepción del público en un mismo sentido. La amenaza era local y no global. Hasta donde pudo, la representación dominó la realidad. Y buena parte de la opinión pública nacional creyó vivir en el escenario caótico y destituyente que le pintaron. Es que el guión de la realidad es producto de un complejo mecanismo multimedia pocas veces neutral y muchas veces asociado a aquel mundo de negocios.
Otros políticos, estudiosos y comunicadores habían advertido sobre los riesgos de habitar un planeta conducido por el cortoplacismo de los dispositivos financieros cibernéticos conectados 24 x 24, desde el Hang Seng al Kospi, pasando por el Dax y el Ftse hasta Wall Street. Y también a los riesgos de saturación de la hiperrealidad mediática, con sus canales globales de 24 horas dedicados a las burbujas de la coyuntura, incluyendo la bursátil. Pero carecieron de dispositivos para que esa alarma influyera en el curso de los hechos.
El mundo de la ilusión inclusiva del ciberconsumo de la globalización en pantalla ha desembocado en el drama humano del desempleo y la pérdida de bienes y viviendas para millones de personas en el mundo, a partir del crack iniciado con la crisis de las hipotecas, los bancos y las bolsas de valores en los países desarrollados del norte, arrastrando con ellos las industrias automotrices y de la construcción.

Simulacro mediático
La sociedad multimedia se enfrenta por primera vez a un desafío de magnitud desconocida: decodificar y traducir a todos los indicios que conectan la realidad con su construcción. El gran simulacro de los medios sobre la prosperidad sin fin de la especulación bursátil y financiera a manos de la economía real se ha desplomado tironeando a las sociedades en el mundo central.
Pero la ilusión –dice Jean Baudrillard– es indestructible, en buena medida porque ya no hay manera de reconstruir lo real sino por medio de la videosíntesis (una imagen que apela al proceso de fijación de la luz en las plantas), es decir por la interpretación en pantalla.
Por esa vía, la narración multimedia en la Argentina se convirtió en el simulacro de la catástrofe nacional. Los principales diarios y pantallas del circuito comercial de medios desinformaron sobre la economía real y descalificaron las recetas que contradecían el dogma global. Afirmación del Estado, la producción y el consumo de bienes reales –no virtuales–, inversión en obra pública, la pertenencia a espacios económicos y geopolíticos regionales, crecimiento de la economía real, etc.
Datos que fueron sometidos al ácido de una violencia simbólica sin explicación y al grotesco de los meros enredos del poder.

Alerta
En el marco de la crisis global, y con numerosas asignaturas pendientes como la injusta distribución del ingreso, la calidad de la política o los bolsones duros de la pobreza estructural, la performance argentina resultó más que aceptable. Sin embargo, cuidado. Nada indica una capitulación de lo virtual a manos de lo real. Nada debe hacer suponer que la evidencia del signo hace desaparecer la construcción del sentido. La lógica del dispositivo sigue construyendo la clave de interpretación en una misma dirección.Esas mismas usinas –locales o transnacionales, pero integrantes de una misma comunidad de negocios– proyectan el escenario hacia el año que se inicia. Anuncian a través de diarios locales el posible default argentino en 2009, e informan que hubieran preferido contar con la plata de los jubilados para el cobro de las acreencias que posee la comunidad financiera trasnacional.
El Instituto Internacional de Finanzas (IIF) sigue inmutable pronosticando la catástrofe ajena sin asumir la propia. Tal vez sea lo lógico, como corporación que agrupa a todos los bancos internacionales socorridos en 2008 por los Estados locales para evitar su propia quiebra (como sucedió luego del 2001 en Argentina). El problema son las propaladoras periodísticas locales que confieren el estatuto de noticia de tapa a la triquiñuela de los banqueros.

Inquisición globalizante
En ese juego de ilusiones, las plataformas productoras locales jugaron siempre el mismo juego: nunca avisaron del peligro real, en este caso el frente externo. Por el contrario, lo construyeron como fiscal e inquisidor a través de instituciones como el IIF, las calificadoras de riesgo, las embajadas de los países que concentran las principales empresas globales, los portavoces de la geopolítica unipolar y los columnistas a sueldo de aquellos mismos intereses.
En cambio colocaron el peligro en el frente interno, buscando en casa al enemigo –preferentemente en el gobierno–, construyendo el simulacro de la catástrofe. La defensa corporativa de la renta exportadora de productores agropecuarios permitió encarnar una narración creíble sobre los riesgos de las políticas de redistribución. Puso en escena actores y episodios movilizadores del imaginario colectivo. La espada permanente de la inflación, el colapso energético y el aislamiento internacional se constituyeron en una escenografía constante.
En paralelo, la amplificación hasta el hartazgo de secuestros, robos y asesinatos condenables no buscó tanto informar como atemorizar.

Montaje de la “realidad”
Es que, finalmente, y tal como lo adelantó Umberto Eco hace tiempo, es el montaje lo que crea el estatuto de realidad. También lo advierte Baudrillard, el provocador sociólogo francés: “El mundo tal cual es se oculta perpetuamente a la investigación del sentido, provocando la actual catástrofe del aparato de producción del mundo real. Eso es tan cierto que no se combate la ilusión con la verdad sino con una ilusión más elevada.”Otros habían advertido hace más de una década sobre la desaparición del periodismo a manos de las fábricas de producción de noticias, como el italiano Furio Colombo.
El problema contemporáneo es separar el dato de su construcción, la información de la operación que la proyecta en un solo sentido: desmontar la burbuja irracional del miedo que paraliza y la ilusión de recetas milagrosas que también anulan la acción.
Es evidente que una ilusión diferente de realidad será posible en la medida en que otro dispositivo pueda intervenir en la construcción del sentido. Y para ello hacen falta no sólo nuevas reglas de juego –como la Ley de Servicios Audiovisuales– sino políticas que asuman el desafío de poner en escena las voces que puedan desplegar otra ilusión: la de la construcción de una Nación inclusiva, justa y desarrollada.
(*) Coordinador General del Comfer.

Nota relacionada

La construcción de la noticia
En su edición del pasado 10 de diciembre, La Nación tituló: “Mueren 8 niños por día por desnutrición”. Sin embargo, en el cuerpo de la nota, admite que “el número de muertes por desnutrición en niños menores de cinco años, no obstante mantenerse alto, ha bajado entre 2003 y 2008, ya que hace cinco años 12 niños morían por día víctimas del hambre”.
Al respecto, el periodista Hugo Barcia sostiene en una columna de opinión publicada en Página 12, que ”La desnutrición infantil en la Argentina no es un tema nuevo, con lo cual no habría materia periodística publicable, si consideramos que la materia periodística debe anunciar lo nuevo”, y sigue, “sí hay algo nuevo y bueno para publicar con este doloroso tema de la desnutrición infantil: es lo que afirma el mismo matutino a lo largo de la nota (no en el título), la desnutrición infantil bajó en los últimos cinco años: de 12 niños que morían por día antes de 2003, en la actualidad mueren ocho”.
Luego Barcia reflexiona sobre el matutino fundado por Bartolomé Mitre, hoy en manos de la familia Saguier: “Que La Nación edite y titule sus notas como las edita y titula no es ninguna novedad, no es noticia; son los viejos métodos de ocultamiento y deformación de la realidad que ha esgrimido la derecha argentina desde siempre.
Así como Don Bartolo, por ejemplo, ocultó durante años el Plan de Operaciones de Mariano Moreno para no mostrarnos el gigantesco revolucionario que en verdad era. La cuestión es esmerilar al Gobierno, desgastarlo y, si es posible, alcanzar el “clima destituyente”, concluye.

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