En un encuentro que mantuvo la presidenta Cristina Fernández con editores de medios gráficos del interior del país, se reafirmó la decisión del Gobierno de garantizar y equiparar las condiciones de las pymes periodísticas con Clarín y La Nación, en cuanto al precio del insumo. También se avanzó en el tema de los cupos. “Queremos resaltar la voluntad política de este Gobierno de prestar atención a temas que hasta hace poco era impensado que se iban a abordar”, dijo Jorge Déboli, secretario de Dypra (Texto completo del discurso pronunciado en el Salón de la Mujer, en la Casa de Gobierno el 14 de junio de 2010)
La idea de Patria desde sus raíces estuvo ligada a la del periodismo libre, independiente, caro contribuyente a un proyecto emancipador y de desarrollo nacional. Como manifestación cabal de esto, en un temprano 7 de junio de 1810, apareció la Gaceta de Buenos Aires, piedra fundamental del proyecto revolucionario. La celebración del Bicentenario permitió hace unos días a los argentinos de hoy, tender un puente histórico de 200 años y compartir con los ciudadanos hijos de aquel mayo esa sensación de libertad que da pisar el suelo definitivamente propio. También hoy, y después de correr mucha agua bajo el puente, los argentinos somos capaces de respirar, junto al Mariano Moreno de hace 200 años, la felicidad de los "tiempos aquellos en que se puede sentir lo que se quiere y decir lo que se siente”. Pero, con el tiempo fuimos descubriendo que para que los medios de comunicación se transformen en herramientas de libertad y desarrollo, no basta con la Libertad de Prensa. Hace 200 años, debíamos importar la pasta del papel que permitiera estampar nuestras ideas libertarias. También, que permitiese desarrollar el mercado interno impulsado por talleres de estas tierras que necesitaban, al igual que ahora, publicitar sus productos y servicios. Claro está, que si las diferentes voces no pueden estamparse en letra de molde, o plasmarse en sonidos o imágenes, la misma Libertad de Prensa se transforma en un eufemismo. Por unos segundos detengámosnos en un párrafo del discurso inaugural de la Exposición Industrial en Córdoba, en Octubre de 1871. --“Señores Comisionados de la Exposición: ¿Hay en alguno de esos compartimientos, muestras del papel producidos por nuestros molinos?, preguntaba el por entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento, y continuaba, --“¡Como! El papel que es el pan de la civilización; el papel que mide la cantidad de ideas que gasta diariamente un pueblo; el papel que es el Fénix moderno, que después de haber servido a cubrir y engalanar el cuerpo, resucita para hacerse intérprete y heraldo del alma, el papel no se fabrica en nuestro país...”, se quejaba con absoluta visión Sarmiento. Y es que la Libertad de Prensa no puede ejercerse sin el papel, o si los medios audiovisuales no son accesibles para todos los ciudadanos que emprendan la actividad de la comunicación. Y esto debe ser así, tanto para las empresas lucrativas grandes, las pequeñas, las de todas las regiones de nuestro país, como para las entidades sin fines de lucro o para el propio Estado y sus organismos. En este sentido la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, en un avance histórico. Así, no tememos al error, al afirmar que con una producción nacional de papel para periódicos que no cubre la demanda interna, y además se canaliza por diferentes mecanismos, de manera preferencial, a los medios de comunicación con fines de lucro más grandes y capitalinos, el Proyecto de Mayo no puede consolidarse. Hay demasiadas barreras de acceso, para numerosas voces, al sistema de medios. Hay demasiados obstáculos para ejercer un derecho, el de la Información, subsidiario a su vez de los derechos a la salud, al entretenimiento, a la cultura, a la educación, etc.
Los diarios locales
La situación de las pequeñas empresas gráficas del interior del país, que se venía deteriorando durante la segunda mitad de la década del 90 por los mecanismos de concentración y extranjerización del sector, tocó fondo, como todo el entramado productivo nacional, en 2001. Periódicos familiares con varias décadas de historia, cuyos nombres se identifican con diferentes ciudades o provincias de nuestro país, debieron ser vendidos a empresas más grandes, acentuando el proceso de concentración económica del sector; muchas otras, fueron “aguantadas” -por editores con vocación- con otra actividad económica o a fuerza de endeudarse y reducir páginas; y también, hubo empresas que cerraron y fueron recuperadas por sus trabajadores que apelaron a la solidaridad cooperativa y evitaron de esta manera que sus comunidades perdieran sus medios de comunicación. Así, a partir de la devaluación de 2002 y de un día para otro, el papel pasó a costar de $ 500 a $ 2000 la TNL. Para evitar su quiebra, centenares de publicaciones locales se vieron obligadas a ajustar costos por dos vías: una reduciendo a la mitad el papel que compraban (y por ende la entrega de sus contenidos), y la otra endeudándose con el fisco, es decir, no afrontando el pago del Iva y los aportes previsionales. Y sólo fueron estas dos, porque el “despido de trabajadores” es una opción impensada en la mayoría de los diarios locales o regionales que tienen carácter de empresas familiares.
Las dificultades
Pero la restricción para imprimir contenidos que imponía el precio del papel, no se detuvo ahí, ni siquiera se estabilizó cuando en dólar comenzó a bajar de 4 a 3 pesos. Por el contrario, para los medios gráficos que no contaban con la cuota, total o parcial de Papel Prensa, y tenían que importarlo, o comprarlo a revendedores, su valor siguió trepando hasta alcanzar a mediados de 2009, los $ 3.600 la Tnl, es decir, casi un 40 % más caro que el papel nacional. Estas dificultades que sufren los medios gráficos locales y regionales, que les generan ecuaciones económicas negativas o en el mejor de los casos neutras, si se las analizara desde una lógica puramente de mercado, podría llevar a sus editores a pensar en otra actividad mas rentable. Los diarios y periódicos del interior del país, en su gran mayoría se caracterizan por ser las empresas más antiguas en las ciudades donde se desenvuelven, al punto que sus comunidades las consideran como parte de sus instituciones, y les aportan el capital más importante con el que cuentan: la credibilidad; un valor que supieron ganarse atendiendo la agenda local, ejerciendo el rol que les dio origen y sentido: comunicar. Sus actuales editores, en la mayoría de los casos, de tercera y cuarta generación, las llevan adelante a partir de una vocación de servicio que traen inculcada por sus fundadores.
Las economías de los medios locales
Sin embargo, sus economías deficitarias, no derivan de un problema de gerenciamiento. Sus mercados están delimitados por la cantidad de hogares y por el nivel de actividad comercial que tienen sus comunidades, los que definen sus dos únicos ingresos genuinos, el precio de tapa y los espacios de publicidad que venden a anunciantes locales. La alternativa de anunciantes de influencia nacional -oficial y privada-, que hasta hace algunos años representaba un ingreso con el que podían hacer una diferencia, se terminó a partir de un mito, -una zoncera argentina más, diría hoy don Arturo Jauretche-, que impusieron a los planificadores de medios algunos diarios editados en la Capital Federal, mal llamados nacionales, sobre que: “pautando con ellos, salen en todo el país”. Si bien la mayoría de los pequeños y medianos medios gráficos locales no están auditados en su circulación por ninguna institución o consultora, un simple relevamiento en los dos o tres quioscos de venta de diarios que tiene cada comunidad, fácilmente determinaría que la relación, en el peor de los casos, es de un 85 % de las ventas para el medio local, contra el 15 % restante que se reparten los medios capitalinos. Es que sólo el medio local está en condiciones de cubrir ese espacio, donde los vecinos expresan su acervo; reclaman a las autoridades; promocionan sus actividades culturales, sociales y deportivas, en suma, donde se comunican, se informan, y se ven reflejados.
La producción y el consumo de papel
En nuestro país se consumen aproximadamente 250 mil TNL anuales de papel para diarios, de las cuales, 170 mil son de producción nacional, pudiéndose llegar con la actual capacidad instalada, a las 200 mil. El resto se importa de diferentes países. Los principales consumidores de papel, son los accionistas privados de la única planta que lo fabrica, que consumen el 70 % de la producción; el 30 % restante no alcanza a cubrir las necesidades de cientos de publicaciones en todo el país. En estos momentos, casualmente a partir de la intervención del Poder Ejecutivo nacional en la empresa Papel Prensa, debemos reconocer, la oferta de papel nacional a los diarios se flexibilizó. Aunque también hay que señalar, que en varios momentos políticos y económicos de la Argentina, hubo serias dificultades para abastecerse de ese vital insumo. En tal sentido, resulta necesario que el Estado nacional garantice la Soberanía Comunicacional, y así como lo viene haciendo en otros sectores de la producción, comience a darse una política de sustitución de importaciones de papel, a los fines de garantizar su acceso en condiciones similares para todos los editores -en cantidad suficiente y a precio competitivo-, haciendo realmente efectiva la Libertad de Prensa existente en el país. A su vez, queremos resaltar por un lado, la voluntad política de este gobierno de prestar atención a temas que hasta hace muy poco era impensado que se iban a abordar, y por el otro, el hecho, seguramente histórico, que sólo una presidenta que entiende en asuntos de Estado, puede hacerlo, por los costos políticos que conlleva enfrentar intereses tan poderosos.
También, Sra. Presidenta, creemos justo y necesario reconocer:
- La abolición de la figura penal de Calumnias e Injurias.
- El Convenio de Cancelación de Pasivos Fiscales que permitió a muchas empresas periodísticas pymes desprenderse de la mochila fiscal que arrastraban desde la brutal devaluación de 2002.
- La resolución de la Secretaría de Comercio Interior que obliga a la firma Papel Prensa, a vender el papel a todos los diarios que se editan en el país, al mismo precio que van a pagar sus principales consumidores.
Por la unidad de los argentinos
Por la recuperación del espíritu revolucionario de Mayo
Por una Prensa que contribuya a recuperar estos valores.
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